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San Isidro se pregunta ¿quién teme a Léa Vicens?
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San Isidro se pregunta ¿quién teme a Léa Vicens?

La rejoneadora francesa comparece este sábado en la feria de Madrid como líder del escalafón, ejemplo de meritocracia y el mejor antídoto al antitaurinismo porque rompe con todos los tópicos

Foto: Leá Vicens en una corrida en Madrid. (Europa Press/José Velasco)
Leá Vicens en una corrida en Madrid. (Europa Press/José Velasco)

Los descompone la rejoneadora nimeña a caballo. Y lo hace cuando se multiplica en su (implícita) misión pedagógica. No proliferan los puntos de contacto entre los toros y la sociedad. Léa Vicens es uno de los más claros y de los más desconcertantes. Reviste a la tauromaquia de buena reputación y mejor imagen. Y no porque sea un producto de 'marketing', sino porque su credibilidad proviene de su imponente trayectoria de torera.

Se explica así la expectación que suscita su comparecencia en la isidrada. La rejoneadora interviene este sábado como enlace generacional entre Pablo Hermoso de Mendoza y el hijo del maestro navarro, Guillermo.

Será la última isidrada de Hermoso. Ha anunciado que se despide de los ruedos un cuarto de siglo después de la alternativa. Y ha cumplido 58 años, pero no los aparenta en su aspecto ni en su feroz instinto competitivo.

Por esos motivos se espera un llenazo en Las Ventas. Y por la misma razón, Léa Vicens no piensa dejarse sugestionar por los galones del profesor. Ella misma lidera el escalafón de rejoneadores en 2024 -11 tardes, 17 orejas- y ha conseguido ya cruzar el umbral de la puerta grande de Madrid. Lo hizo junto a Pablo Hermoso de Mendoza en 2019. Lo consiguió tres años después compartiendo la experiencia con el vástago Guillermo.

Ninguna mujer lo había logrado antes con los galones de torera de alternativa, a pie o a caballo, aunque la ejecutoria de Vicens once años después del doctorado en Nîmes resta toda importancia al sexo y a la nacionalidad. Y no por negarle arbitrariamente el derecho al género y el orgullo de patria, sino porque urge desvincularlos de su reputación y de su relevancia en el escalafón de los toreros (ecuestres y no ecuestres).

placeholder Léa Vicens, en el día de su alternativa en Nîmes. (Foto de Carmelo Naranjo)
Léa Vicens, en el día de su alternativa en Nîmes. (Foto de Carmelo Naranjo)

La notoriedad de Léa Vicens proviene de su cualificación, valentía, sensibilidad, constancia, carisma, afición y ambición. En caso contrario, se hubiera malogrado como un efímero exotismo transpirenaico y se la hubiera contratado algunas veces como una excentricidad. No le gustaban los toros siquiera. Los descubrió trabajando como acomodadora en la plaza de Nîmes, como si fuera su historia la réplica de la Cenicienta.

Los antecedentes biográficos han adquirido una dimensión anecdótica a medida en que ha ido progresando la torera o el torero. Lo accesorio ha sucumbido a lo fundamental. Léa Vicens se desenvuelve como una primera figura de nuestro tiempo. No porque sea una mujer ateniense entre guerreros espartanos, sino porque representa un ejemplo absoluto de discriminación.

La tauromaquia es necesariamente discriminatoria. Los laureles corresponden a quienes llegan más alto, más lejos y más fuerte

Discriminación. No cabe sustantivo más polémico ni controvertido en las sociedades contemporáneas. La pujanza del dogma igualitarista, el fanatismo democratizador y el culto a la mediocridad perjudican la tauromaquia contemporánea en sus paradigmas y en sus certezas.

Porque la tauromaquia contemporánea -y la remota- se identifica en una posición escandalosa. Expone la muerte (y la sublima). Reivindica al héroe genuino frente a tantos héroes impostores (cualquiera puede serlo salvando la vida mascota). Incomoda con sus ritos y sus liturgias las convenciones de las sociedades secularizadas. Plantea la hegemonía de lo masculino (que no de lo machista). Y representa un camino de “selección” devastador.

La tauromaquia es necesariamente discriminatoria. Podría decirse lo mismo del deporte. Y de la criba selectiva que sobrentiende y reclama para sí el lema olímpico: altius, citius, fortius. Los laureles y el oro corresponden a quienes llegan más alto, más lejos y más fuerte.

Perspectiva darwinista

La perspectiva darwinista ayuda a comprender por qué Léa Vicens es un caso inequívoco de discriminación. Y no estamos hablando de cuotas ni de discriminación positiva ni de techos de cristal. Todo lo contrario. Las razones por las que Léa Vicens se ha convertido en una primera figura de nuestro tiempo hay que encontrarlas en el mérito, en la jerarquía, en el reconocimiento del público, en el interés de las empresas y en la solidez de una trayectoria imponente.

Foto: La plaza de Las Ventas acoge el evento de presentación de los carteles para la Feria de San Isidro y los galardones Plaza 1. (Europa Press/Eduardo Parra)

Las puertas grandes de Las Ventas representan el ejemplo absoluto del camino de perfección, aunque podría decirse lo mismo de los hitos consumados en las grandes plazas y en el mérito que implica haber liderado el escalafón en las temporadas de 2017, 2018, 2019 y 2020. No hay categoría masculina ni femenina en el toreo.

La tauromaquia discrimina, efectivamente. Y no por razones de género, de raza, de pobreza o de casta. De hecho, cualquier aspirante puede convertirse en el número uno. El hambre y la desgracia estimularon la fiereza de César Rincón, pero el bienestar y la aristocracia tampoco han impedido ni contrariado que Roca Rey se pavonee como la primera figura de los toreros de a pie.

Rincón es colombiano. Roca Rey es peruano. Podemos adjetivarlos como queramos. Y podemos remarcar que Léa Vicens es francesa. Se trata de pormenores indiscutibles, de matices identitarios, pero también de rasgos subordinados a la relevancia de la categoría taurómaca. Y es entonces donde Lea Vicens cabalga sola.

Los descompone la rejoneadora nimeña a caballo. Y lo hace cuando se multiplica en su (implícita) misión pedagógica. No proliferan los puntos de contacto entre los toros y la sociedad. Léa Vicens es uno de los más claros y de los más desconcertantes. Reviste a la tauromaquia de buena reputación y mejor imagen. Y no porque sea un producto de 'marketing', sino porque su credibilidad proviene de su imponente trayectoria de torera.

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