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"Me bastaba mover la mano para que chillaran, como si fuera el Papa”

Adam Jezierski conoció la fama en 'Física o química'. Desde entonces ha estado practicando para lograr todo lo demás

Carlos Primo
El actor viste esmoquin, camisa y pajarita de Dior Homme.
El actor viste esmoquin, camisa y pajarita de Dior Homme.Pawel Pysz

Seis meses. Ese es el tiempo que Adam Jezierski (Varsovia, 1990) estuvo sin empleo después de rodar su último episodio de Física o química, la serie de ficción juvenil que le catapultó a la fama. “Tras cuatro temporadas en un producto de éxito, aquello me sirvió para aprender que esta profesión no es una ciencia exacta”, recuerda ahora. Era inevitable comenzar la entrevista hablando de su trabajo en una serie que, aunque emitió su último capítulo hace más de cuatro años, permanece como el último gran fenómeno de la ficción juvenil española. Minutos antes, alguien le ha dejado un comentario en Instagram donde le llama Gorka, como su personaje. “Es que éramos como los Beatles”, sonríe, y recuerda lo sucedido al día siguiente del estreno del primer capítulo. “Iba caminando por la Gran Vía, la gente se me quedaba mirando y yo no podía dejar de sonreír. Me sentía muy tonto”. O el modo en que los fans le aclamaban en el festival de Málaga. “Me bastaba mover la mano para que chillaran, como si fuera el Papa”, relata.

Me bastaba mover la mano para que chillaran, como si fuera el Papa”

¿Pensó entonces que algún día recordaría la serie con nostalgia? “Eso ha venido después, cuando he comprendido que aquello no se va a repetir”, cuenta. “Fue algo excepcional, éramos 12 actores de la misma edad y estábamos tan ilusionados que nadie se paró a pensar que aquello podía no salir bien”. Fue él mismo quien decidió abandonar la serie antes de tiempo. “Tenía muy claro que no me quería quedar mucho tiempo, porque tenía un personaje tan potente que temía que me encasillaran, así que el primer día de rodaje de la cuarta temporada avisé de que me iba”. ¿Capricho o determinación? “Era un chaval, pero ya tenía claro que quería ser actor”, asegura.

Tras aquellos seis meses –“aprendí a ahorrar”, recuerda–, comenzó el verdadero desafío: seguir trabajando. Desde entonces ha hecho televisión (Con el culo al aire, Cheers o, ahora, Gym Tony), pero sobre todo teatro: 'El cojo de Inishmann, en el Teatro Español, esa versión gore del vodevil titulada La cena de los malditos o un nuevo montaje de Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? que estrena este mes en el Fernán Gómez de Madrid. Lejos quedan sus primeros –y accidentados– inicios sobre el escenario, en los años de Física o química. “No había ido a ningún curso y calentaba la voz tratando de llegar a las notas más altas de las canciones de Bisbal, así que me destrocé la garganta después de mes y medio y tuve que dejarlo”, cuenta.

La primera vez que hice teatro, me destrocé la voz calentando con canciones de Bisbal”

Jezierski habla sin demasiados rodeos y no oculta que su carrera se ha basado en aprender trabajando. Prueba y error. Por ello prefiere la práctica a la teoría de las escuelas de interpretación: “Mi trabajo es mentir bien, y al público le dan igual mis procesos interiores”. Tampoco tiene reparos en confesar que guarda un recuerdo agridulce de su primer papel cinematográfico, en Gordos, de Daniel Sánchez Arévalo. “Tengo clavada la espinita de haber hecho un trabajo muy similar al que hacía en la serie”, cuenta. “Hoy habría sabido abordarlo de otra forma”.

Nacido en Polonia, Adam llegó con su madre a Madrid cuando tenía siete años. Huye de dramatismos para asegurar que nunca se sintió extranjero. “A esa edad, la adaptación es inmediata”, explica. También quita hierro a su primer papel: el del niño gordito que discutía con su amigo en una azotea en Sueños, el cortometraje con el que Daniel Guzmán ganó un Premio Goya en 2003. “Aquello fue como un juego, no lo considero casi ni un trabajo”, recuerda. Le preguntamos por A cambio de nada, el reciente largometraje que retoma la historia de aquellos personajes. “Ojalá la hubiera hecho hace siete años, ya estaba delgadito pero con un par de bollos podría haber dado el perfil”, bromea.

Me encantaría despertar mañana y que las redes sociales no existieran”

Entre los proyectos inmediatos de este joven adicto al cine de terror está llevar a las tablas un texto que ha escrito con su amigo, el actor Gonzalo Ramos, y también sobrevivir en un mercado en el que, según él, algunos directores de casting eligen a los actores por su número de seguidores en Instagram. “Me encantaría despertar mañana y que las redes sociales no existieran”, comenta. Su defensa de la normalidad cotidiana suena auténtica. “Vivo en el mismo barrio y tengo los mismos amigos que siempre. Mi vida no ha cambiado tanto”, cuenta. ¿Tuvo tentaciones de buscar el éxito fuera? “Hace tiempo estuve pensando en irme a Los Ángeles, pero al final opté por comprarme un coche. Al final, la vida es decidir”. Desde luego, no es lo que diría una estrella adolescente. Quizás porque ya no lo sea.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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